Ya está con su familia, la mujer con trastorno mental que vivió en el aeropuerto de Cancún
Por: Por: Libertad Hernández /www.dis-capacidad.com
México, D.F., 11 de julio de 2013.- La historia de Marcela Montaño, la mujer que estuvo viviendo durante casi 11 días en el Aeropuerto Internacional de Cancún, Quintana Roo, tuvo un final feliz, al menos en este episodio. Uno de sus hermanos se enteró del caso y viajó a esa terminal para hacerse cargo de ella, llegó ahí desde ayer en la tarde, pero su presencia se mantuvo en secreto para evitar el acoso de los medios.
También desde ayer a mediodía el personal de la Policía Federal adscrito a la terminal aérea se había puesto a la orden para apoyar a la empresa Aeropuertos del Sureste (ASUR) en este asunto desplegando una red de contactos y apoyos para localizar a una psiquiatra de Quintana Roo que pudiera intervenir dada la condición de Marcela, quien padece un trastorno mental, según había confirmado su ex esposo.
Enrique, el hermano de la viajera era el familiar que Eduardo Rivadeneyra, el responsable de Relaciones Públicas de ASUR, había estado buscando y esperando todo este tiempo. Con el apoyo de la psiquiatra y, a fin de cuentas, del DIF local que le aplicó un sedante, la mañana de este jueves Marcela y Enrique abordaron un avión de Volaris, aerolínea que también brindó todas las facilidades para el viaje. Sin duda es un buen desenlace, porque ella quedó en manos de su familia, particularmente del hermano que conoce bien su trastorno e incluso llevaba el medicamento adecuado; no cayó en la cárcel ni en un hospital psiquiátrico, y así lo celebra Rivadeneyra.
Durante 10 días a esta mujer de 45 años, originaria de México, con estudios superiores, con recursos económicos, políglota y en medio de un cuadro psicótico que la llevó a Cancún sin boleto de regreso, estuvo al cuidado del personal del aeropuerto, particularmente de Rivadeneyra y del personal de seguridad. En cuanto detectaron a Marcela deambulando por las salas y pasillos el pasado 1º. de julio se dispusieron a prestarle asistencia confirmando los datos de su pasaporte y tratando de conectarla con su familia.
Eduardo buscó apoyo de las instituciones de asistencia que imaginó que podrían intervenir en este caso, como el DIF del estado y algún centro de salud, pero no encontró nada, ni siquiera una orientación sobre a dónde acudir. Es la historia de las familias de personas con discapacidad, sólo que ahora se trataba de una empresa en busca de ayuda. Es inexistente la atención a la salud mental en esa parte del sureste mexicano, al menos en la parte del servicio público. No había considerado acudir a la Comisión de Derechos Humanos local, pero cuando Dis-capacidad.com se lo sugirió, se llevó otra gran decepción, en la Segunda Visitaduría con sede en Cancún no atendieron ni siquiera su llamada.
A Marcela no la obligaron a nada, no le restringieron el movimiento, sólo la motinoreaban, explica el funcionario, para salvaguardar su integridad física y la de los demás.
Eduardo entendió desde el primer momento que era una mujer vulnerable, no la vio como un peligro ni pensó en si afectaba la imagen de una de las terminales más transitadas en México, con 14 millones de pasajeros al año. El caso atrajo la atención de los medios y durante los últimos tres días desfilaron camarógrafos y reporteros por la terminal. Marcela sólo aceptaba hablar con las mujeres y aceptó dar entrevistas. Queda para la ética periodística preguntarse precisamente si es ético entrevistar a una persona que atraviesa por un estado alterado de la consciencia y publicar sus declaraciones sin sentido. El asunto es que el director de Relaciones Públicas también comprendió que ese acoso de los medios aumentaba la vulnerabilidad de Marcela, pero como ella estaba en un área común de libre tránsito, decidió no restringir el acceso y dejarlo al criterio de cada quien.
La mujer que “vive” en el aeropuerto se convirtió en nota nacional y atrajo a mucho a la terminal de Cancún, pero no logró atraer a ninguna institución de salud mental ni de derechos humanos, tampoco de atención a mujeres o de atención a población con discapacidad, aun cuando se trataba de una persona con discapacidad psicosocial en una situación sumamente vulnerable. Tampoco ofreció sus servicios ninguna organización de la sociedad civil vinculada a estos temas. Las organizaciones de mujeres en México son de las más aguerridas y de las mejor estructuradas con presencia en todos los estados del país, pero tampoco se hicieron presentes en esta ocasión.
Vale mucho la pena destacar la actuación de ASUR porque si bien hicieron lo que tenían que hacer, lo hicieron bien y prácticamente sin apoyos externos, más que al final con la intervención, también adecuada, de la Policía Federal. Rivadeneyra nos comenta por teléfono: “De ahora en adelante, cuando me pregunten qué institución brinda asistencia en México a personas vulnerables, voy a responder que la Policía Federal, de la que menos me lo hubiera esperado.”
Es una necedad imaginarlo, en vista de las omisiones y ausencias notorias en este caso, pero ¿no valdría la pena desarrollar un protocolo de actuación en los aeropuertos nacionales para dar asistencia a personas con discapacidad psicosocial? No todo es accesibilidad física y sillas de ruedas, también es importante el trato humanitario, que fue la prioridad en el caso de Marcela.
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