
Hoy en día es muy habitual  referirse a las personas que tienen Autismo como Autistas. Mi hijo es  autista, este muchacho es autista, etc,…, es curioso como el “tener” ha  sido devorado por el “ser”.
El Autismo no define a la persona, no se es  autista, se tiene autismo. Sería, en suma, como denominar mongólicos a  los afectados por el Síndrome de Down. Nadie se refiere a un afectado  por el Síndrome de Diógenes como un Diógenes, o nadie dice mi hijo es  Tourette (en relación al citado Sídrome); no se entendería y además se  consideraría una forma despectiva de referirse a estas personas. Sin  embargo nos parece normal definir a una persona como autista, además de  encasillarla en una conducta que poco tiene que ver con la realidad del  autismo.
Uno puede ser alto, flaco, o incluso rubio. Aunque tales  definiciones no son más que epítetos destinados a definir ciertas  particularidades, sin embargo, se ha extendido -lamentablemente- el  término Autista para definir, encasillar y etiquetar a las personas que  tienen Síndrome Autista.
No deja de ser en suma un modo de  establecer fronteras -invisibles, pero fronteras al fin y al cabo- entre  el conjunto social y las personas con autismo. Aunque a priori pueda  parecer una vulgar cuestión de léxico, finalmente la definición  encasilla y estigmatiza a la persona que padece el citado síndrome.
En  una sociedad a la que se llena la boca hablando de integración y de  igualdad nos encontramos con una situación, cuando menos extraña. más  si  hurgamos en busca del origen de esta curiosa definición  del estado vital de un ser humano;  lo lamentable es que los  principales culpables son los presuntos especialistas, dado que la mayor  cantidad de investigación y documentación relacionada con el autismo está en inglés, y  los especialistas hispanos adolecen -entre otras muchísimas cosas- de un  buen nivel de inglés. Por lo que tradujeron de la forma más simple posible los textos de los especialistas,  arrastrando consigo a un error al resto de la población.
Debemos  de empezar a desterrar ese estigma, las personas no son autistas: tienen  autismo. Como podrían tener gripe (nadie nos define como griposos,  somos personas con gripe). Ya de por sí, les ponemos las cosas demasiado difíciles a  las personas que se encuentran dentro del Trastorno del Espectro  Autista (TEA), como para que además las marquemos cual "apestados" con una  palabra.
El increíble el grado de incultura de la sociedad que nos lleva  a estar condicionados por mensajes absurdos. Toda la gente que ha visto  la película Rainman, cree tener clarísimo que las personas con autismo  son unos “genios” con “retraso mental”, buenos para los números e insociables que sólo sirven  para hacer frudes en un casino.
Una  película que habla de una persona con Síndrome Autista ha conseguido  meter a toda una comunidad en el mismo saco. Lamentable pero cierto, el  autismo es algo  más complejo, no es sólo una epidemia (afecta a  uno de cada 175 niños), es además un síndrome que da pánico, provoca  terror en los profesionistas y en los padres de los niños afectados gracias al encasillamiento y a los mitos. Poco favor le hacemos a los padres y a sus hijos  incrustándoles a golpe de palabra el pánico al autismo.
Debemos pues empezar a desmitificar el Autismo, sólo en Mexico hay mas de 300,000 personas diagnisticadas y merecen todo nuestro respeto y apoyo, empezando por no mirarlos como bichos raros, ni definirlos como seres especiales (pero en el sentido lastimero y peyorativo)."Cuando se define el estado de una persona por un adjetivo se le engloba en todo lo malo que ese adjetivo lleva, y eso va en contra de la dignidad de todas las personas que tienen autismo” del http://www.facebook.com/pages/Psicopedagogia/271850357477
1 comentario:
Como madre de un hijo con un trastorno del espectro autista, te agradezco esta entrada!!!
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