Durante una semana, Francisca Benítez realizó diferentes acciones de arte en High Line Park con público sordo y oyente.
Denisse Espinoza / 20/07/2015 - 06:30
Se inició en 2012 como un experimento, resultado de
la residencia que realizó en Londres, tras ganarse la
Beca AMA de la fundación de Juan Yarur. Pero
luego de tres años, Francisca Benítez (1974)
convirtió la lengua de señas en una herramienta
más de su quehacer artístico. El interés surgió de
su historia familiar, al darse cuenta de que a pesar
de tener un padre sordo, nunca intentó aprender
la lengua de señas. Fue entonces que decidió
como ejercicio artístico y social convertir el
Museo de Artes Visuales (MAVI) en una escuela
de lengua de señas. Ahora, Benítez replica el
experimento al aire libre: la semana pasada,
la artista invadió The High Line Park de Nueva York
con una serie de acciones que integraban danza,
improvisaciones y clases de lengua de señas.
La obra titulada Contigo apoyándote en mi y con-
migo apoyándome en ti, avanzamos, se presentó
como encargo del programa de arte público de
The High Line Park, un nuevo parque urbano de
2,33 kilómetros construido sobre una línea de metro
en desuso que fue inaugurado recién en septiembre
pasado y que se ha vuelto paseo obligado de turistas
y vecinos. En tres días, la artista recorrió, junto a
nueve artistas sordos, el circuito realizando
sus acciones en lengua de señas. También invitó
al bailarín Lehum Sbarra a realizar una improvisación
de danza. “Quiero crear nexos entre el mundo Sordo
y el oyente y es en las artes visuales, como terreno
de libertad y experimentación, que encuentro el
espacio perfecto para hacerlo y multiplicar el
impacto”, dice Benítez quien se formó como
arquitecta, pero que desde 1998 vive y trabaja en
Nueva York haciendo arte.
“Me llama la atención la ignorancia del público
general sobre la experiencia Sorda, y a través de mi
trabajo pretendo crear conciencia, puntos de acceso
y entendimiento mutuo”.
The New York Times reseñó el trabajo de Benítez,
destacando su capacidad de “convertir las fronteras
en arte”, y cómo algunos gestos de la performance
estaban “perdidos en la traducción, pero llenos
de pasión”, anotó la crítica Gia Kourlas.
la cultura judía en Nueva York exponiendo sus
fotos y videos en Sao Paulo, Barcelona y Santiago,
donde también en 2011, llenó la galería Die Ecke
con más de 500 tarros de dulce de membrillo,
como forma de volver patrimonio el trabajo
artesanal de su familia. Ahora, la performance
en The High Line Park se suma al ejercicio en
Lengua Sorda que realizó en junio en la Bienal
de La Habana, donde con colaboración de la
Asociación de Sordos de Cuba, reprodujo
en lengua de señas un poema del cubano
Nicolás Guillén. “Esta serie de acciones
colectivas llama a usar el cuerpo en todo su
potencial comunicativo”, concluye Benítez
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