jueves, 4 de noviembre de 2010

EL MIEDO, LA VIDA, LA DISCAPACIDAD Y LA MUERTE

El miedo, la vida, la discapacidad y la muerte.

Por Emma González de la sección "No me quites el poder"

de La Pirinola Gira en la Radio.


El tema de la muerte ronda frecuentemente en el nacimiento de un niño con discapacidad la cual por lo regular se hace acompañar de los llamados “pronósticos reservados” que brindan los médicos ante la total incertidumbre por no poder definir si el niño tienen o no posibilidades de vida.



La reserva de estos diagnósticos mantiene en una angustia permanente a los padres quienes parecen desarrollar, en el mejor de los casos, mecanismos de defensa que les permite sobrellevar esta lápida permanente, en ocasiones depositan pocas o nulas expectativas de vida en su hijo, viven con metas a muy corto plazo, sin pretender encariñarse mucho con él pues una vez ya sufrieron el nacimiento y temen por volver a sufrir ahora por la muerte, situación que dificulta notablemente el establecimiento de un vínculo afectivo entre ellos.



La muerte acecha también a las personas que por diversas razones adquieren una discapacidad, sobre todo en aquellos que están plenamente conscientes de la limitación o dificultad con la que tendrán que vivir toda la vida, prefiriendo morir que vivir en esa situación.



Otro elemento que podemos observar es el miedo de los padres de hijos con discapacidad, a su propia muerte, pues el eterno cuestionamiento es ¿qué va ser de mi hijo cuando yo me muera, quien verá por él o ella? Esta serie de cuestionamientos tienden a llevar consigo cargas significativas de angustia, pues los padres se enfrentan al fantasma de la ambivalencia y los pensamientos pueden ir desde desear la muerte del hijo antes que la de ellos y no porque sean perversos o malos padres, sino porque prefieren saber que su hijo “descansa en paz” a dejarlo en un lugar en el cual no estarán para cuidarlo, sin embargo la sola idea resulta perturbadora cuando la culpabilidad se apodera de ellos.



Muchos de los padres intentan resolver a medida de sus posibilidades estas adversidades; unos eligen alejarse o abandonar al hijo, pues no saben qué hacer y sienten miedo, otros deciden involucrar a los hermanos, aunque se sientan culpables en delegar esta misión a los demás hijos otros padres; la mayoría, opta por cuidar excesivamente al hijo con discapacidad rayando en una sobreprotección.



Se sobreprotege porque se teme a “algo malo” y ese “algo malo” es o que se lastime, se pierda o se muera.



La discapacidad y la muerte comparten cierta paradoja, ambas son vividas como una tragedia, pero también ambas nos brindan la oportunidad de replantearnos el sentido de la vida. La discapacidad es una condición que permite explorar otra forma de vivir, muchos de los padres no sabían de su fortaleza hasta que tuvieron un hijo con discapacidad.



Personas en condición de discapacidad no sabían de su arrojo y ahínco hasta que adquirieron una condición de vida en la que tuvieron que hacer gala de talentos que ellos mismos desconocían, es decir a partir de una debilidad se adquiere una fortaleza cuando se supera.



La sobreprotección de un hijo con contrario a lo que pudiera parecer, desprotege más que si no se le cuidara en absoluto, ya que la sobreprotección limita su capacidad de respuesta ante las adversidades, pues el hijo no se dará cuenta de su potencial ya que nunca ha tenido la necesidad de utilizarlo, todo lo tuvo resuelto.



Proteger a un hijo significa en primer lugar, confiar en que puede cuidar de sí mismo, si es que nosotros así se lo permitimos y exigimos, protegerlo es brindarle las herramientas suficientes que lo preparen precisamente para ese momento en el que ya no estaremos para cuidarlo, es preferible verlos tropezar y caer a dejarlos indefensos en un mundo inexistente en el que no supimos enseñarle como se resuelven los problemas, problemas que forman parte de la vida y del desarrollo personal.



La sobreprotección fomenta una soberbia dependencia del hijo hacia la madre pues resulta patológicamente omnipotente pensar que viviremos una eternidad.



Lunes, 08 de noviembre de 2010 a las 16:00
FHD, Mitla 145. Colonia Narvarte. tel 56 01 22 77
México Distrito Federal, México

No hay comentarios.: